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Es “la respuesta no específica del cuerpo a cualquier demanda de cambio” (Hans Selye introdujo en el ámbito de la salud el término estrés en 1956).
El estrés es una respuesta que todos damos en el momento en que tenemos que enfrentar algo que pensamos que nos va a alterar, por ejemplo, un entorno difícil o una enfermedad. A su vez, también es un recurso necesario y útil para que una persona pueda hacer frente en mejores condiciones a estos retos que se nos plantean en la vida diaria.
La respuesta de estrés se activa con el objetivo de procurar recursos excepcionales al organismo.
El estrés se convierte en un problema cuando es intenso, frecuente y se mantiene en el tiempo. Es en ese momento cuando pueden aparecer los síntomas y desajustes ya que afecta nuestras mentes, cuerpos y emociones.
Sensación de que las demandas (familiares, personales, laborales, etc) pesan más que los propios recursos para hacer frente. “No doy abasto”.
Percibo que mis recursos personales “pesan” más que las demandas que tengo. Es este estrés el que nos permite superarnos, afrontar retos, crecer personal o profesionalmente.
Percibo que mis recursos “pesan” mucho más que mis demandas. Por ejemplo, tengo una cualificación profesional determinada (con muchos recursos) y mi trabajo es poco estimulante y retador (la demanda es muy baja).
Está ampliamente documentado que cuando las respuestas de estrés son excesivamente intensas, frecuentes o duraderas pueden producirse diversos trastornos en el organismo. Son como alarmas que nos indican que algo no está yendo bien.
Podemos distinguir tres niveles de síntomas como manifestación del estrés.
Son los más evidentes y comunes:
Hay personas que reaccionan desarrollando conductas desajustadas:
Conexión con determinados estados emocionales:
El estrés no tratado puede derivar en cuadros y trastornos como la ansiedad, ataques de pánico y/o fobias.
Escribe un listado de todas aquellas acciones que te ayudan a relajarte. Tener preparado en un papel este listado evitará que en el momento de estrés estés tan saturado/a que no sepas que hacer para gestionarlo.
En ese listado te propongo que pongas cosas que te relajan como salir a dar un paseo, escuchar música, pintar, cocinar, hablar con algún amigo, etc...
Imagina que este listado es como tener un botiquín antiestrés (ya sea un listado simplemente en una hoja, un botecito donde guardar esas propuestas, una cajita, etc.) al que puedes recurrir cuando estás estresada para rebajar un poquito esos niveles.
Ejercicio práctico e informal para estar en el presente. Es importante practicarlo siempre, idealmente en estados de calma para que cuando estemos en un estado de estrés, nuestra mente sepa hacerlo.
Acción sugerida: ponte 4-5 alarmas durante el día y cada vez que suene oblígate a parar y mirar a ver que está pasando a tu alrededor; donde estás, con quién estas, que hay a tu alrededor, que temperatura hace, como está tu cuerpo (tu espalda, tu mandíbula), como te sientes etc.… Esto te ayudará a volver de tus pensamientos y tomar conciencia sobre el estado presente.
Pon tu atención en la respiración en momentos “pico” de estrés.
Respiración cuadrada:
Esta es la más simple de todas. Escoge una postura en la que te sientas a gusto. Puede ser sentado/a en la oficina, en el sofá en casa, y hasta acostado/a en tu cama. Inhala, contando hasta cuatro. A continuación, exhala, contando hasta cuatro. Siempre por la nariz. La respiración cuadrada aumenta la concentración, relaja el sistema nervioso y reduce el estrés. Además, es particularmente útil a la hora de dormir. Conforme vayas avanzando, intenta inhala y exhalar contando hasta seis, ocho o 10.
La gestión de estrés se puede trabajar en un proceso de Coaching.
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